Personas que solo comen carne cruda
La “dieta ancestral” es muy similar en sus preceptos a la paleodieta, pero con matices. El plan es, como su nombre indica, alimentarte al igual que tus ancestros, y con “tus” ancestros, se subraya el carácter local del término: al contrario que con la alimentación paleo, esta dieta fluctuará dependiendo de si estás viviendo en Noruega, en Cuenca o en Milwaukee.
El razonamiento es de una sencillez en apariencia aplastante: la revolución agrícola tiene unos 10.000 años de antigüedad, mientras que el cuerpo humano lleva sin cambiar demasiado unos 2.6 millones de años. Aquella revolución fue tan drástica que, según los ancesters, “nuestros genes no han tenido tiempo suficiente para adaptarse a los alimentos de cultivo”. Lo natural, ergo, lo “bueno”, como todo argumento que cae queriendo o no en la falacia naturalista, consiste en volver a una alimentación de cazadores-recolectores.
Por supuesto ello implica deshacerse de todo resquicio de producto procesado, pero tampoco el que no sea de proximidad o de temporada.
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El corazón crudo, el bol de torreznos, la leche cruda
Hace un par de semanas se popularizó la noticia de un culturista y ex marine estadounidense que cuenta en sus redes que comer hígado, testículos y médula ósea, todo ello crudo, le cambió la vida. Brian Johnson, Liverking, con 650.000 seguidores en Tiktok aparece frecuentemente exhibiendo manjares que escandalizan a las jóvenes generaciones crecidas alejadas de la casquería. Su punto de no retorno fue la enfermedad de sus hijos: “cuanto más interactuaban mis chicos con el mundo moderno, más abundantes y graves eran las alergias que adquirían”. A las dos semanas, la salud de sus niños se recuperó por completo, dice.
Los de heartandsoilsupplements, 75.000 seguidores en Instagram, son una empresa de venta de suplementos nutricionales de “órganos liofilizados” y “de origen regenerativo”. Hacen campaña por la dieta ancestral. Sus posts mezclan la promoción de sus paquetes vitamínicos con los impresionantes cuerpos escultóricos los practicantes de esta dieta. En el momento en el que empiezas a comer “comida real”, toda tu vida cambian, aseguran. También afirman que mucha de la verdura que se venden en los supermercados acabará provocándote a la larga inflamaciones y el desarrollo de trastornos autoinmunes. En su esquema, ese es tu cuerpo pidiéndote que renuncies a la “toxicidad” de la industria alimentaria. Aceite de girasol, prohibidísimo, a cambio, deberías comer mucha más carne y especialmente órganos crudos (cerebro, corazones…).
Crudo es lo mejor porque esa es “la mejor manera de preservar todos los nutrientes y péptidos biodisponibles”. Si no puedes garantizar que la carne provenga de una carnicería que cumpla con todos los requisitos sanitarios, deberías freírlo con manteca, sebo. ¿Qué hacer si, como a muchos, te repugna el sabor del hígado crudo? Usar sus suplementos de órganos liofilizados, la manera perfecta y natural de enmascarar el sabor.
Fivekingdomsfarm, con 22.000 seguidores en Tiktok, afirma “si no puedes cultivar tomates en diciembre, no deberías comer tomates en diciembre”. Otros de los grandes olvidados por la nutrición moderna es que deberíamos comer más alimentos silvestres, especialmente vegetales, huyendo de los cultivos actuales, y también de manera más diversa, de multitud de especies distintas en lugar de las 40 o 50 especies en las que se basa la alimentación del estadounidense contemporáneo.
Simply Grayce, de Portland, lleva un tiempo lidiando con su colitis ulcerosa, enfermedad crónica que parece no darle tregua. Ella también ha encontrado en la dieta ancestral un remedio perfecto a sus males, y comparte así su experiencia y recetas: “el desayuno de hoy consiste en un gran tazón de cereales de torreznos, manzana, especias de calabaza y jarabe de arce. ¡Está increíble!”, nos cuenta. Al fondo del tazón se ve la leche. Es cruda, otra de las patas esenciales de esta revolucionaria dieta, ya que nuestros antepasados no contaban con tecnología esterilizante.
Grayce cuenta por ejemplo otro momento importante en su vida. A finales de agosto le detectaron un brote de colitis ulcerosa, lo que la llevó a sumergirse en un ayuno de leche cruda, es decir, reducir todo consumo de alimentos que no fueran huevos crudos, miel cruda y leche cruda. Al cabo de tres semanas de pruebas había sufrido náuseas, hinchazones, grandes dolores estomacales y la pérdida de una cantidad preocupante de sangre. Tras “escuchar a su cuerpo” y “desintoxicarse”, encontró que los huevos y la leche de vaca le habían provocado los agravamientos, pero supo suplirlo con otros alimentos ancestrales, como leche de cabra cruda.
Pseudociencia
James Wong, botánico y conductor del programa de la BBC “Follow the Food”, investigó recientemente el mundo de las dietas ancestrales. “Me veo en la obligación de recordaros que comer eso que (piensas) comían tus antepasados no tiene ninguna base científica o histórica”. Sus argumentos se basan en las mismas opiniones defectuosas (y malignas) que subyacen a la eugenesia y el racismo. A Wong, de aspecto asiático, le dijeron que su dieta ancestral le obligaba a comer “pequeñas cantidades de proteína animal, como salsa de pescado". Pero con ello no llegaría ni a un 1% de las necesidades de proteínas para tener una dieta saludable, así que tendría, técnicamente, que beber un litro de salsa de pescado. “Afortunadamente, según una prueba de ADN, tengo sangre británica, mediterránea, escandinava, nororiental y del sudeste asiático”, algo que, en teoría, le permitiría comer muchos más alimentos.
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Es una pregunta lícita: ¿qué ocurre con aquello del consumo local para las personas que han migrado a otro continente? ¿o cuyos padres, abuelos o tatarabuelos se hayan movido de aquella región en la que nacieron?
Sobre la leche cruda, es un clásico entre los clásicos que nunca termina de irse. La leche es un medio genial para que crezcan los patógenos, y eso hace que el riesgo de intoxicación crece exponencialmente, como ya explicamos. La carne cruda es también otro foco de riesgos para la salud, pudiendo pegarnos sin mucha dificultad las bacterias E. Coli., campylobacter, yersinia o salmonella, entre otras.
No hay aún muchos estudios sobre la dieta ancestral, pero sí sobre la llamada paleo dieta, su prima hermana. “No existen pruebas sólidas de que seguir una dieta paleolítica reduzca el riesgo de enfermedad cardiovascular o síndrome metabólico”, y a fecha de 2014 no había evidencia de que la dieta paleolítica fuera eficaz para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal. Puede conducir a deficiencias nutricionales como las de vitamina D y calcio, que a su vez podrían llevar a comprometer la salud ósea, y también puede conducir a un mayor riesgo de ingerir toxinas por un alto consumo de pescado.
Mientras sí que existe cierta evidencia de que estas dietas ayudan a lograr la pérdida de peso, posiblemente debido a la mayor saciedad de los alimentos que se consumen habitualmente, también las hay de que el consumo de grandes cantidades de carnes rojas conduce a una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares en edades avanzadas.