How Mental Health Therapy Helps Me Live With MG
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Vivir con miastenia gravis (MG) puede ser como intentar dominar un videojuego con un retraso persistente. Pulsas un botón (o intentas levantar el brazo) y la respuesta se retrasa o no se produce.
Su imprevisibilidad física puede hacer que incluso las personas más pacientes tengan ganas de tirar la toalla. Pero mientras que los síntomas físicos son los principales, el coste emocional de vivir con MG merece su propia atención.
Entre en la terapia de salud mental.
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Cuando me diagnosticaron la enfermedad, mi mente era un torbellino de preguntas. ¿Volveré a sentirme yo misma? ¿Cómo explico esta enfermedad a mis amigos y familiares sin parecer dramática?
Y no olvidemos la culpa de cancelar planes porque tu cuerpo ha decidido que hoy no es el día.
Las enfermedades crónicas como la MG no sólo afectan a los músculos. También causan estragos en la salud mental. La ansiedad, la depresión y la frustración suelen ser invitados no deseados en una fiesta ya de por sí abrumadora. Y, sinceramente, ¿quién puede culparles?
Levantarse todos los días sin saber lo que el cuerpo puede o no puede hacer es suficiente para que a cualquiera le dé vueltas la cabeza.
La terapia se convirtió en mi arma secreta. Bueno, una de ellas.
Trabajar con un terapeuta me dio espacio para desentrañar las emociones que MG despertaba. Se trata de identificar lo que te frena, lo que puedes soltar y, a veces, simplemente reconocer que algunas cosas, como la debilidad muscular en un mal día, están fuera de tu control.
La terapia EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) me ha resultado increíblemente útil. A diferencia de la terapia conversacional, se centra en liberar el trauma almacenado en el cuerpo.
Es un proceso guiado en el que se revisan los recuerdos difíciles mientras uno se centra en estímulos externos, como mover los ojos de un lado a otro o dar golpecitos. Ayuda a reconfigurar la forma en que el cerebro procesa esos recuerdos, reduciendo su carga emocional.
Para una persona con MG, en la que se entremezclan problemas físicos y emocionales, este tipo de terapia puede ser transformadora.
La terapia somática también ha sido una revelación. Los conceptos tratados en el libro The Body Keeps the Score , de Bessel van der Kolk, resuenan profundamente con mi experiencia. Explican cómo los traumas se almacenan en el cuerpo y dan lugar a manifestaciones físicas del dolor emocional. Este conocimiento ha sido muy valioso para comprender cómo el estrés y las experiencias pasadas pueden exacerbar enfermedades como la MG.
Utilizando vídeos de YouTube, he explorado técnicas sencillas para conectar con mi cuerpo y liberar tensiones que ni siquiera sabía que tenía retenidas. La idea de que nuestro cuerpo almacena traumas puede sonar abstracta, pero es una realidad innegable. El estrés y las experiencias pasadas pueden manifestarse físicamente en hombros tensos, mandíbulas apretadas o, en mi caso, síntomas de MG exacerbados.
Prácticas como la respiración profunda, los movimientos suaves o las visualizaciones guiadas ayudan a indicar al cuerpo que puede relajarse. Estas herramientas han tenido un valor incalculable en mi viaje, añadiendo otra capa de apoyo a la terapia tradicional.
La MG puede parecer una serie de pérdidas, como perder la fuerza, la independencia o la versión de uno mismo que una vez conoció. La terapia me ayudó a procesar esos sentimientos sin dejar que se apoderaran de mí.
Aprender a decir "no" o "hoy no" sin sentir culpa es una batalla constante. Mi terapeuta me enseñó que el autocuidado no es egoísmo. Es supervivencia.
La terapia me recordó que debía celebrar las pequeñas victorias. ¿He conseguido abrir ese tarro de mantequilla de cacahuete hoy? Para mí, eso es una victoria.
Ya sea tu pareja, un familiar o un compañero de MG, contar con personas que te comprendan y te apoyen marca la diferencia. La terapia me dio el valor para apoyarme en mi red de contactos y hacerles partícipes de mis luchas.
La MG puede ser frustrante, pero el humor también desempeña un papel silencioso y esencial para ayudarme a sobrellevarla. Como cuando se me cae el párpado durante una conversación seria y tengo que recordarme a mí misma que no debo tomármelo demasiado en serio.
La terapia me ayudó a encontrar la ligereza en esos momentos, recordándome que la risa es realmente la mejor medicina (aunque el Mestinon le sigue de cerca).
Vivir con MG no es fácil. Pero la terapia me ha ayudado a navegar por el laberinto emocional que conlleva. Me ha dado herramientas para afrontar la enfermedad, el valor para defenderme y la capacidad de ver que, aunque la MG forma parte de mi vida, no me define.
Si te enfrentas a la MG o a cualquier otra enfermedad crónica, considera la terapia de salud mental. Es como tener un copiloto de confianza para tu impredecible viaje. Es un espacio seguro para desahogarte sobre los retos a los que te enfrentas.
Porque, admitámoslo, a veces sólo necesitas liberar la tensión que te trae la vida.