Managing My Mental Health With Atopic Dermatitis

Managing My Mental Health With Atopic Dermatitis

Los retos de la vida no deben paralizarte, sino ayudarte a descubrir quién eres".

Esas palabras, pronunciadas por la difunta Bernice Johnson Reagon -una brillante cantante, compositora y activista de los derechos civiles- resuenan profundamente en mí, al reflexionar sobre mi diagnóstico de dermatitis atópica (DA).

Siempre me he sentido paralizada por mi enfermedad crónica de la piel. El juicio de los demás, a menudo en forma de miradas o gritos ahogados, era muy duro. Los interminables consejos no solicitados eran agotadores y me hacían desatar el miedo constante a las creencias limitantes. Sentía que no era digna de conseguir nada porque la gente solo se fijaba en mi piel. O porque los brotes de mi piel eran tan dolorosos que no merecía la pena arriesgarse a disfrutar de un acontecimiento por el dolor brutal al que me enfrentaba después. Es una existencia asfixiante, que te convierte en una mera sombra de ti mismo. Aunque los síntomas físicos de esta afección suelen ser visibles, las secuelas emocionales y mentales permanecen ocultas, pero son igual de profundas.

Con el tiempo, he encontrado la manera de superar estos problemas y recuperar mi vida. Gracias al desarrollo de fuertes habilidades de afrontamiento, la búsqueda de orientación profesional, el contacto con compañeros, la conexión con los demás, la concentración en lo positivo y el mantenimiento de la salud física, he aprendido a navegar por las complejidades de vivir con EA y a descubrir una versión más fuerte y resistente de mí misma.

Para mí, el primer paso hacia la gestión de los retos de salud mental de la EA fue aprender a desarrollar fuertes habilidades de afrontamiento. Empecé por una dura verdad: aceptar mi enfermedad y abandonar la esperanza de que desapareciera de la noche a la mañana.

Ahora, a mis 30 años, he comprendido que, aunque los brotes son menos frecuentes, siguen siendo impredecibles y frustrantes. Pero en lugar de dejar que este miedo me controle, me he centrado en aquello sobre lo que puedo influir: mi actitud, mi rutina de cuidado de la piel y mis esfuerzos por minimizar los desencadenantes.

La planificación me permite sentir que controlo un momento "por si acaso". Si me voy de viaje, llevaré mi propia funda de almohada lavada con detergente sin perfume. O preguntaré, antes de llegar a un hotel, si tienen humidificador. La planificación me ayuda a anticipar y reducir posibles problemas y, en cierto modo, me hace sentir que tengo el control. Otro método de adaptación son los ejercicios de respiración, que me ayudan a mantener la calma en momentos de estrés e incluso a aliviar la intensidad de los brotes.

Además, asistí a conferencias y conversaciones con dermatólogos, que me proporcionaron los cimientos para un plan de tratamiento sólido, pero mi viaje no se detuvo ahí. El contacto con profesionales de la salud mental me aportó otra capa de conocimiento y apoyo. Las sesiones de terapia se convirtieron en un espacio seguro para expresar la frustración y la vergüenza que suelen acompañar a esta enfermedad, mientras que las técnicas cognitivo-conductuales me proporcionaron herramientas para cuestionar y replantear los pensamientos negativos.

No estaría en ninguna parte sin el apoyo de los grupos de pacientes y las comunidades profesionales, que me permitieron aprender y crecer junto a otras personas que se enfrentaban a retos similares. Establecer contactos con compañeros que comparten experiencias similares ha sido la piedra angular de mi viaje por la salud mental. Unirme a foros en línea y grupos de apoyo dedicados al eccema me permitió intercambiar consejos, compartir historias y sentirme menos aislada. Escuchar las historias de los demás me recordó que no estoy sola y que mucha gente sale adelante a pesar de sus dificultades. Estas comunidades se convirtieron en un espacio donde podía desahogarme sin ser juzgada y adquirir nuevas perspectivas. Saber que existe una red de personas comprensivas ha sido una poderosa motivación para mantenerme positiva y proactiva.

La comunicación abierta sobre mi enfermedad ha ayudado a desmitificarla para quienes me rodean, fomentando la empatía y reduciendo los malentendidos. Aunque he dudado a la hora de explicar mi enfermedad, he aprendido que la sinceridad fortalece las relaciones. Educar a los demás sobre la EA no sólo me hace la vida más fácil, sino que también difunde la concienciación. Estas conexiones me recuerdan el amor y el apoyo que me rodean, incluso en los días difíciles.

Por último, he descubierto que mi salud física y mental están profundamente interconectadas. Este es el mecanismo de afrontamiento con el que más lucho, pero sigo intentándolo. Entiendo que mantener un estilo de vida saludable mediante el ejercicio regular, una nutrición equilibrada y dormir lo suficiente ha repercutido significativamente en mi bienestar general. El ejercicio no solo mejora mi estado de ánimo, sino también la circulación, lo que puede beneficiar a mi piel. Así que he empezado a evitar los alimentos inflamatorios como los fritos o azucarados y mantenerme hidratada han ayudado a minimizar los brotes, mientras que el sueño proporciona al cuerpo el descanso que necesita para curarse.

Gestionar mi salud mental mientras vivo con dermatitis atópica requiere un enfoque polifacético, y es agotador. A pesar de ello, al igual que la famosa cita de Bernice Johnson Reagon, he descubierto quién soy cuando se me desafía.

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