Los esqueletos de la gripe de 1918 desmienten el mito de que los adultos jóvenes y sanos eran más vulnerables al virus
La gripe de 1918 fue una de las pandemias más mortíferas de la historia y mató al menos a 50 millones de personas en todo el mundo. Durante mucho tiempo se creyó que los adultos jóvenes y sanos tenían las mismas probabilidades de morir a causa de la enfermedad que los mayores, enfermos o frágiles, pero un nuevo estudio ha dado la vuelta a esta idea.
Los científicos examinaron esqueletos de personas que murieron antes y durante la pandemia de 1918. Los signos de estrés en los huesos sugieren que, independientemente de su edad, las personas que ya eran frágiles o poco saludables tenían más probabilidades de morir durante la crisis que las que no lo eran.
Los hallazgos, publicados el lunes (9 de octubre) en la revista PNAS, quizá no sean sorprendentes, pero recuerdan cómo los atributos de los individuos pueden determinar su susceptibilidad a la enfermedad, señalan los autores.
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"Incluso en una pandemia nueva -a la que se supone que nadie tiene inmunidad previa-, ciertas personas corren un mayor riesgo de enfermar y morir, y esto suele estar determinado por la cultura", declaró a Live Science Amanda Wissler, autora principal del estudio y profesora adjunta de antropología en la Universidad McMaster de Ontario, en un correo electrónico. En otras palabras, las personas que ya están en desventaja en términos de salud o estatus socioeconómico tienden a ser más vulnerables a los brotes epidémicos.
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La gripe de 1918 se propagó tan rápidamente que, en un principio, los médicos creían que los adultos jóvenes sanos tenían las mismas probabilidades de morir que las personas mayores ya frágiles y los bebés con sistemas inmunitarios inmaduros. El patrón de muertes por gripe en los distintos grupos de edad tenía forma de "W", con picos a edades muy tempranas y muy avanzadas, y otro pico entre los adultos jóvenes. La mayoría de los brotes de gripe tienen curvas de mortalidad en forma de "U", con picos en ambos extremos del espectro de edad.
La curva en forma de W ponía de manifiesto una tendencia inusual entre los jóvenes, pero no tenía en cuenta sus enfermedades preexistentes. Según los autores del estudio, las pruebas de la mortalidad galopante entre los adultos jóvenes sanos eran principalmente anecdóticas y carecían de respaldo científico concreto. Los documentos históricos, como datos censales y registros de seguros de vida, contenían escasos detalles sobre las condiciones de salud y las presiones socioeconómicas de las personas.
En el nuevo estudio, los científicos examinaron los esqueletos de 81 personas que murieron cuando la gripe azotó Cleveland entre septiembre de 1918 y marzo de 1919 y los de 288 personas que murieron antes de la pandemia. Observaron las edades de los fallecidos y las protuberancias o "lesiones" en las tibias de las personas, que servían como marcadores del estrés físico y de los problemas de salud subyacentes. Cuando el cuerpo sufre estrés como consecuencia de un traumatismo físico, una infección o deficiencias nutricionales, la inflamación desencadena la curación y la formación de hueso nuevo.
Las personas que tenían lesiones activas en la tibia se consideraban las más frágiles y, en comparación con las personas con lesiones curadas, tenían más probabilidades de morir antes y durante la pandemia. Durante la pandemia, su riesgo de muerte fue 2,7 veces mayor que el de las personas que tenían lesiones curadas.
Los jóvenes no fueron una excepción a esta tendencia. Independientemente de la edad a la que fallecieran, los que tenían indicios de estrés en los huesos tenían más probabilidades de haber muerto de gripe que los que empezaron más sanos.
El estudio tenía varias limitaciones: Sólo incluyó esqueletos de Cleveland, lo que significa que los resultados no pueden aplicarse necesariamente a otros lugares. Y la técnica de la espinilla es excelente para observar patrones generales de fragilidad, pero no puede explicar las causas exactas de las lesiones. No obstante, los resultados pueden reflejar cómo las disparidades sanitarias y sociales tienden a determinar las tasas de mortalidad en las pandemias, de forma similar a las tendencias observadas en la pandemia de COVID-19, o incluso en la peste negra.
"Vimos durante la COVID-19 que las personas que estaban social y económicamente minorizadas tenían un mayor riesgo de enfermar y morir, y sospecho que ocurrió algo similar en la gripe de 1918", declaró Wissler a Live Science.
La idea errónea de que los adultos sanos tenían las mismas probabilidades de morir durante la pandemia de 1918 que las personas más frágiles puede reflejar el hecho de que los adultos jóvenes, en general, corrieron un mayor riesgo en la gripe de 1918 que en brotes anteriores, escribieron los autores en el artículo. Los científicos han propuesto teorías al respecto: tal vez un virus similar al de la gripe pandémica circuló antes de que nacieran esos adultos jóvenes, dejándolos especialmente susceptibles una vez que surgió el virus de 1918.
Hubiera sido sorprendente ver morir a mucha gente joven, lo que probablemente hizo que la tendencia destacara, concluyeron los autores.