Una inyección de terapia génica en el cerebro detiene el consumo de alcohol en monos

Una inyección de terapia génica en el cerebro detiene el consumo de alcohol en monos

Una inyección de terapia génica en el cerebro detiene el consumo de alcohol en monos

Esta terapia génica en concreto consiste en inyectar en el cerebro un virus modificado genéticamente (imagen superior) para estimular la producción de dopamina, que se reduce en las personas con trastorno por consumo de alcohol. (Crédito de la imagen: Shutterstock)

Una nueva terapia génica que "restablece" el sistema de recompensa del cerebro podría ayudar a tratar el trastorno por consumo de alcohol, según sugiere un nuevo estudio realizado en monos.

El estudio demostró que la inyección quirúrgica de una terapia génica en el cerebro de monos que tienden a beber en exceso cuando se les suministra mucho alcohol aumentó la producción de dopamina, la llamada hormona del bienestar. Esto, a su vez, redujo drásticamente el consumo de alcohol de los primates, cuyos efectos se mantuvieron durante un año.

Si resulta segura y eficaz en humanos, la terapia podría proporcionar un tratamiento "único" para el trastorno por consumo de alcohol (TUA), una dolencia en la que los pacientes no pueden dejar de beber o controlar su consumo a pesar de que repercute negativamente en su vida cotidiana. El consumo excesivo de alcohol causa 140.000 muertes al año en EE.UU., y aunque el TUA es uno de los trastornos psiquiátricos más frecuentes, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) sólo ha aprobado tres fármacos para combatirlo.

Ninguno se dirige directamente a los cambios cerebrales subyacentes que se observan con el consumo excesivo y continuado de alcohol.

¿Qué efectos tiene el alcohol en el organismo?

El alcohol estimula la producción de dopamina en el cerebro, lo que produce una sensación de relajación y mejora el estado de ánimo. Sin embargo, en la AUD, el cerebro se adapta produciendo menos dopamina por sí mismo, lo que significa que las personas necesitan beber más para conseguir los mismos efectos positivos.

Esto también ocurre en monos que beben mucho, incluso durante periodos en los que no consumen alcohol, según explicó a Live Science la autora principal del estudio, Kathleen Grant, profesora de neurociencia del comportamiento en la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón.

En el nuevo estudio, publicado el lunes 14 de agosto en la revista Nature Medicine, el equipo de Grant inyectó un virus modificado genéticamente en el área tegmental ventral -una región del cerebro implicada en el procesamiento de la recompensa- de cuatro monos como parte de un procedimiento quirúrgico. Estos monos habían tenido acceso a cantidades cada vez mayores de etanol disuelto en agua a lo largo de varios meses, hasta el punto de que sus niveles de consumo simulaban el consumo excesivo crónico de alcohol en humanos.

Utilizando un enfoque similar al que ya se ha utilizado para tratar la enfermedad de Parkinson y un raro trastorno genético conocido como deficiencia de L-aminoácido descarboxilasa aromática, el inofensivo virus portaba un gen que codifica la proteína factor neurotrófico derivado de la línea celular glial (GDNF, por sus siglas en inglés), que ayuda a preservar y regenerar las neuronas. Al introducir el gen GDNF en las células productoras de dopamina, el equipo supuso que las estimularía a producir niveles normales de esta sustancia química.

Los monos redujeron su consumo de alcohol en más de un 90% en comparación con los controles, y sus niveles de dopamina se restablecieron a "niveles normales" durante al menos un año después del tratamiento, lo que equivale aproximadamente a entre nueve y doce años en tiempo humano, explicó Grant. Dado que la recaída es una "parte integral del ciclo" de la EDA, es crucial recuperar los niveles que tenían los animales antes de empezar a beber en exceso, subrayó.

Andrew Mcquillin, profesor de psiquiatría molecular del University College de Londres que no participó en la investigación, declaró a Live Science en un correo electrónico que los efectos secundarios a largo plazo de este tratamiento aún no están claros. Aunque la cirugía cerebral es "generalmente bien tolerada" en humanos, dijo que "parece un enfoque algo invasivo para todos los casos, excepto los más graves, de trastorno por consumo de alcohol."

Grant también pidió cautela a la hora de generalizar los resultados. "Esto es sólo una prueba de principio de que es posible revertir este comportamiento en personas con trastornos por consumo de alcohol que son resistentes a todos los demás tratamientos", dijo. "Ésta no sería su primera línea de tratamiento, [sería] apropiada sólo para casos muy graves de trastorno por consumo de alcohol".

Mcquillin añadió que serán necesarios futuros estudios para comprobar la aceptabilidad de este tratamiento para los trastornos por consumo de sustancias. No obstante, los resultados podrían abrir las puertas a otras opciones de tratamiento.

"También existe la posibilidad de que pequeñas moléculas nuevas o ya existentes que imiten el mecanismo terapéutico de este estudio puedan representar nuevas dianas terapéuticas para los trastornos por consumo de sustancias", afirmó.

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