Un húngaro que lleva 40 años sin dormir desconcierta al mundo científico
La historia del soldado húngaro Paul Kern, que afirma no haber pegado ojo en cuatro décadas tras recibir una herida de bala, sigue desconcertando a los científicos.
El tiempo que una persona puede permanecer despierta sin un solo segundo de sueño suele ser de dos días, o como mucho tres si alguien es mentalmente resistente. La falta de sueño puede arruinar mucho más que la vida sexual, pero no fue el caso del soldado húngaro Paul Kern, que resultó herido durante la Primera Guerra Mundial y pasó los últimos 40 años de su vida sin dormir en absoluto.
El sueño se considera una parte necesaria de la vida, ya que corta las sinapsis innecesarias, provoca la liberación de proteínas en el cerebro y restaura la función cognitiva. Las personas que carecen de sueño experimentan alucinaciones e incluso pueden sufrir cambios de personalidad. Y sin embargo, Kern desafió estas normas viviendo durante décadas, aparentemente sin verse afectado por la falta de descanso que debería haber sido incapacitante.
Relacionados: Los lunes apestan porque no eres constante con tu sueño
El curioso caso
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Kern se alistó junto a más de un millón de húngaros. Fueron llamados para vengar el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro. Kern se alistó en el ejército húngaro y más tarde en las unidades de élite que encabezarían la limpieza de las trincheras rusas en el frente oriental en 1915.
Durante el combate, una bala le atravesó la cabeza y se incrustó en el lóbulo frontal. Fue trasladado al hospital Lamberg de Lviv (actual Ucrania) para recibir tratamiento. La operación fue un éxito, pero cuando Kern abrió los ojos en la cama del hospital, se encontró con que no podía dormir.
La adaptación de Kern a una vida sin dormir
Durante los siguientes 40 años, Kern permaneció sin dormir hasta su muerte en 1955. Sorprendentemente, no experimentó ningún síntoma por la falta de descanso. Su mayor problema era simplemente ser funcional durante ocho horas más cada día. Los médicos seguían mostrándose escépticos, pero Kern viajaba mucho y recibía a cualquiera que estuviera interesado en examinarle. Así, fue evaluado en hospitales desde Austria hasta Australia.
Un médico teorizó que se dormía durante segundos a lo largo del día, mientras que otros teorizaron que la bala arrancó la parte física del cerebro que requería sueño y que eso le llevaría a una muerte prematura, un desenlace que tristemente se produjo, ya que Kern acabó muriendo a lo que hoy se consideraría una edad temprana.
Aunque su temprana muerte pudo estar relacionada con su incapacidad para dormir, la vida cotidiana de Kern no se vio afectada en su mayor parte. Se adaptó a su enfermedad con algunos ajustes: controlando los dolores de cabeza y tomándose al menos una hora al día para descansar los ojos y dar un respiro a sus nervios ópticos. A pesar de las dificultades, llevaba una vida plena, pasando su tiempo libre con sus amigos y leyendo cuando el resto del mundo dormía.
Baste decir que Kern aprovechó al máximo una vida que debería haber sido truncada por un soldado ruso en 1915, a pesar de un obstáculo médico totalmente inesperado.