El ejercicio intenso podría desencadenar la ELA en personas con riesgo genético
El ejercicio puede desencadenar la aparición de la mortal enfermedad nerviosa esclerosis lateral amiotrófica (ELA), según un nuevo estudio.
La investigación demostró que las personas que hacían ejercicio vigoroso, y que además eran portadoras de genes relacionados con la ELA, desarrollaban la enfermedad a edades más tempranas que las sedentarias. Los resultados sugieren que el ejercicio podría exacerbar una predisposición genética a la devastadora enfermedad.
"Estamos acostumbrados a pensar que el ejercicio es bueno. En este caso inusual, el ejercicio intenso es malo", dijo el coautor del estudio, Michael Snyder, presidente del Departamento de Genética de la Universidad de Stanford.
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La ELA es una enfermedad neurodegenerativa progresiva y mortal que resulta de la muerte de las motoneuronas, o células nerviosas. Nadie sabe exactamente por qué ocurre. También se conoce como enfermedad de Lou Gehrig, en honor al legendario jugador de béisbol al que se le diagnosticó el día que cumplía 36 años, después de haber establecido el récord de partidos de béisbol profesional consecutivos. (El famoso físico Stephen Hawking sufrió la enfermedad a los 20 años).
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El papel del ejercicio en el desarrollo de la ELA es controvertido. La enfermedad afecta a las fibras musculares anaeróbicas de contracción rápida, pero las revisiones sistemáticas de investigaciones anteriores no mostraron una conexión entre el ejercicio y la ELA. Dado que la enfermedad suele presentarse más tarde en la vida, a menudo se la denomina enfermedad de "dos golpes", lo que significa que una persona puede tener los genes de la enfermedad (el "primer golpe"), pero debe activarse un segundo interruptor para que esa persona enferme. El nuevo estudio sugiere que, en el caso de la ELA, el ejercicio frecuente y prolongado puede ser un "segundo golpe" que activa o desactiva dichos genes, lo que conduce a la muerte neuronal.
Para el nuevo estudio, los investigadores se basaron en los datos del Biobanco del Reino Unido, una base de datos biomédica que contiene información genética y sanitaria detallada de medio millón de personas. Los investigadores identificaron primero a los individuos que hacían ejercicio al menos dos o tres días por semana. A continuación, utilizaron una técnica estadística para analizar la relación entre el ejercicio y la ELA y descubrieron que el riesgo de padecerla era directamente proporcional a la dosis de ejercicio extenuante frecuente, y probablemente anaeróbico.
En la segunda parte de su estudio, los investigadores pidieron a 36 personas sanas que hicieran ejercicio aeróbico y luego les extrajeron sangre para ver cómo ese ejercicio cambiaba la expresión de los genes que se sabe que están asociados a la ELA, incluido el gen de riesgo de ELA más común: C9orf72. Este gen codifica una proteína del mismo nombre, que se encuentra en las células cerebrales y otras células nerviosas, incluidas las que dirigen el movimiento, según MedlinePlus, un servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina. Una mutación en el gen de esta proteína se encuentra en hasta el 40% de las personas con ELA familiar, según la asociación de ELA.
El ejercicio redujo la expresión de C9orf72, lo que refleja la disminución de la expresión encontrada en los pacientes de ELA con una mutación en este gen.
En general, de los 43 genes conocidos relacionados con la ELA, el 52% se activaron o desactivaron tras el ejercicio agudo. En la parte final del estudio, los investigadores compararon el historial de ejercicio de los pacientes de ELA con una mutación en el gen C9orf72 con el de los pacientes de ELA sin dicha mutación y con el de las personas sin ELA. En los pacientes de ELA con la mutación C9orf72, cuanto más ejercicio hacían las personas, más jóvenes solían ser en el momento del diagnóstico. En el caso de los que no tenían la mutación, el ejercicio mostraba una tendencia a aumentar la probabilidad de desarrollar ELA, pero ese resultado no era estadísticamente significativo...
Mientras que el ejercicio extenuante aumentaba el riesgo de padecer ELA, ser sedentario no disminuía el riesgo de desarrollar ELA, ni tampoco tener más grasa corporal.
A Snyder le sorprendieron los resultados. "Me parece que todo esto es bastante sorprendente", dijo Snyder a Live Science, "que el ejercicio exacerbe una condición genética para una enfermedad".
Para el coautor del estudio, Johnathan Cooper-Knock, investigador y profesor de enfermedades neuromusculares genéticas de la Universidad de Sheffield (Reino Unido), el aspecto más sorprendente fue el importante número de genes de riesgo de ELA conocidos que se vieron afectados por el ejercicio agudo. "Esto sugiere que el ejercicio podría desempeñar un papel en todas las formas de ELA, incluida la ELA que antes suponíamos puramente genética", declaró a Live Science.
En opinión de Cooper-Knock, su grupo de investigación probablemente ha puesto fin a la controversia sobre el papel del ejercicio en la ELA y ha demostrado que el ejercicio físico es un factor de riesgo de la enfermedad. "Nuestra esperanza es que la comunidad se base en esto y lo lleve al siguiente paso, que es cuantificar el riesgo de ELA inducido por el ejercicio para los individuos en función de su genética personal y su entorno", dijo.
Espera que esto conduzca a posibles medidas de prevención o, al menos, a un asesoramiento adecuado. "Esto nos permitirá identificar a las personas de riesgo y ofrecerles un asesoramiento individualizado que les permita tomar decisiones informadas sobre sus hábitos de ejercicio", afirma Cooper-Knock.
Por el momento, los investigadores no recomiendan que ningún paciente con ELA o sus familiares, incluidos los individuos con mutaciones en el gen C9orf72, cambien sus hábitos de ejercicio. Es necesario realizar más trabajos en una cohorte más amplia, porque la forma en que se expresa el gen podría variar mucho, dijeron los investigadores.
Sin embargo, abogan por el cribado genético de los pacientes con ELA para profundizar en el conocimiento del papel que desempeñan la genética y el entorno en la enfermedad.
En cuanto a si la racha de hierro de Lou Gehrig puede haber provocado el desarrollo de la ELA, Snyder comentó: "Parece muy probable".
Los resultados se publicaron el 26 de mayo en la revista The Lancet.