Saltos extremos desde un dron
Con la polémica de su utilización y un montón de normativas florecientes, el uso de drones ya no es demandado únicamente para cine y televisión. Si ya podíamos surfear con ayuda de uno de estos aparatos, ahora los aficionados al deporte extremo ya tienen nuevo objetivo: saltos extremos desde un dron.
Por primera vez desde que se popularizó el dron, como se le conoce a aquel vehículo aéreo no tripulado de fácil manejo, un hombre se atrevió a dejarse elevar a tal punto que luego pudiese saltar desde una posición muy alta con la única asistencia de un paracaídas para salvaguardar su retorno a tierra.
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Sucedió en una zona desértica de Letonia, al norte de Europa, donde el local Ingus Augstkalns fue ascendido por un dron de 3,2 metros cuadrados y luego se soltó.
Es una experiencia inédita, según el fabricante del artefacto que pesa 70 kilos y se mueve gracias a 16 rotores capaces de levantar una carga de 200 kilos. El riesgo es considerable aunque muy calculado y controlado.
Para su salto, Augstkalns ascendió a una torre cuyo punto más elevado estaba a 300 metros de altitud, por lo que el dron apenas pudo levantarlo unos treinta metros más antes de que el letón decidiera lanzarse hacia el vacío con un paracaídas rectangular especial.
Para hacer menos pesado el trabajo del vehículo aéreo, que es propulsado por 28 hélices, el usuario debe ir colgado de un manillar que requiere de un poco de fuerza en los brazos.